Pedro de Artajona (o Pedro de París, así llamado por haber realizado sus estudios en esa ciudad) es un personaje que ilustra bastante bien lo que significó el siglo XII para la historia de Europa.
En su magnífico libro Genealogía de Occidente, Jaume Aurell rompe una lanza en favor del legado histórico de la Edad Media, período demasiadas veces denostado como consecuencia de una visión poco rigurosa de la historia. Al comienzo del capítulo correspondiente a esa época, el autor menciona que, ante la admiración que un amigo manifestó al contemplar la basílica de San Miniato al Monte - “Qué maravilla esta joya del Renacimiento, qué contraste con la Edad Media”-, no tuvo más remedio que aclararle que el edificio no fue construido durante el Renacimiento (siglo XVI) sino en plena Edad Media (siglo XII), cuatro siglos antes de lo que él suponía. El rigor nos exige combatir esa idea de que se trata de “una época tenebrosa, grotesca, llena de oscuridades, de atrocidades y de sinrazones”. (1)
La mencionada referencia no es, afortunadamente, la única que va en este sentido. El historiador norteamericano Charles Homer Haskins (1870-1937) escribió en 1927 El Renacimiento del siglo XII. Haskins señala que el Renacimiento italiano fue precedido, estructurado y, hasta cierto punto, determinado por el Renacimiento del siglo XII. En él se produce la culminación del románico y el inicio del gótico; la emergencia de las lenguas vernáculas; el resurgimiento de los clásicos latinos, la poesía y el derecho romano; la recuperación de la ciencia y de gran parte de la filosofía griega; el origen de las universidades, las ciudades y el estado soberano. (2)
El siglo XII es el tiempo de personajes muy relevantes en diversos ámbitos. En el político, Saladino, sultán de Egipto y Siria, famoso por luchar contra los cruzados; Federico I Barbarroja, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico; Gengis Kan, fundador del Imperio mongol; Alfonso VII de León, Imperator totius Hispaniae (Emperador de toda España); Leonor de Aquitania, duquesa de Aquitania, reina consorte de Francia e Inglaterra; Balduino IV de Jerusalén, rey de Jerusalén, apodado «El Leproso»; Bernardo de Claraval, monje cisterciense francés, personaje clave en la vida política y religiosa de Europa.
En el ámbito cultural destacan Averroes, médico y filósofo andalusí, y Maimónides, médico, filósofo y teólogo hebreo de origen andalusí. Se publican las Crónicas navarras, la obra en prosa romance más antigua conservada en España. Forman un conjunto de narraciones históricas escritas en parte en latín y en lengua navarroaragonesa, que están integradas en el Fuero General de Navarra.
Entre los hechos históricos relevantes del siglo XII destacan la unificación de al-Ándalus por parte del califa almohade Abu Ya’qub; la creación de la Orden Militar de Santiago; la infeudación del reino de Portugal a la Santa Sede por parte de Alfonso Enríquez; la celebración de las que se consideran las primeras Cortes de Europa, en León y el estallido de la Tercera Cruzada, en un nuevo intento de los reinos cristianos de recuperar Tierra Santa de manos de los musulmanes.
Ese fue el tiempo que le tocó vivir a Pedro de Artajona. Persona culta, cursó estudios de Teología en París. “Esta formación hizo de Don Pedro de Artajona la primera autoridad en Navarra en el mundo de las letras y el mecenas propulsor de todos sus adelantos” (3). Fue elevado a obispo de Pamplona en 1167.
Se da la circunstancia de que “Con la breve interrupción de siete años (1159-1166), a lo largo de la segunda mitad del siglo XII, se suceden en la sede episcopal navarra dos ilustres hijos de Artajona: Don Lope de Artajona (1142-1159) y Don Pedro de París, o de Artajona (1167-1193). El hecho dice mucho en favor del significado de la villa en aquellos días y del prestigio reconocido de sus hijos” (3).
Como comenta José María Jimeno Jurío, de la vida de Pedro de París antes de ocupar el episcopado no tenemos más noticias que la recogida por Moret, según la cual era arcediano de Pamplona en 1144, durante el pontificado de su tío Lope. (4)
Con grandes dotes de negociación, participó en la gestión de múltiples conflictos entre obispados y monasterios a petición del papa Alejandro III e intervino personalmente en el III Concilio de Letrán.
Durante su pontificado, que ejerció hasta su muerte en 1193, se produjo una acusada compenetración entre la diócesis pamplonesa y la sociedad navarra.
Escribió el Tractatus de Unitate Dei necnon de Filii humanatione (Tratado sobre la unidad de Dios y sobre la humanización del Hijo), que se encuentra en la Biblioteca de la Universidad de Salamanca.
Fue consejero del rey Sancho VI el Sabio de Navarra. “Libre de enemigos el rey D. Sancho se dedicó a mejorar la administración interior de sus estados. Los fueros generales del reino y los particulares de los pueblos ocuparon su atención. Ayudado de los consejos y sabidurías del obispo de Pamplona D. Pedro de París, llamado así por haber sido educado en la academia de la ciudad de su nombre, abolió un capítulo del fuero, que disponía que el rey heredase los muebles de los villanos que morían sin hijos, pero no sus parientes; e influyó para que los monasterios cediesen en su parte de este derecho en favor de sus villanos abadengos; pero no fueron tan generosos los demás señores territoriales.” (5)
En el ámbito político, tal vez el hecho más destacable en la vida de Pedro de Artajona sea su intervención, como jefe de delegación a instancias del rey Sancho el Sabio, en las negociaciones para poner fin a las hostilidades entre el rey Alfonso VIII de Castilla y el Reino de Navarra.
Alfonso se había casado con Leonor, hija del rey Enrique II Plantagenet, rey de Inglaterra. Alfonso alegaba que en la dote figuraba la Gascuña, que pertenecía al rey inglés, y que para acceder a ella debía pasar por Navarra, lo que le sirvió de pretexto para invadir el Reino. La ofensiva se inició en 1173, llegando el 18 de septiembre a Artajona.
En 1176 Alfonso VIII sigue la ofensiva contra Navarra y ese mismo año, en un lugar entre Nájera y Logroño, Sancho VI acuerda con Alfonso VIII someter sus diferencias al arbitraje de Enrique II de Inglaterra.
La asamblea de embajadores navarros y castellanos se reunió en Inglaterra con el rey Enrique II con sus respectivos alegatos. Entre los navarros se encontraban Pedro de Artaxona, obispo de Pamplona, tres tenentes (sic) y tres juristas. El laudo no satisfizo a las partes y, de una manera u otra, se reanudaron las hostilidades.
Hombre sabio y con una visión social adelantada a su época, Pedro de Artajona murió el 14 de junio de 1193 y está enterrado en el Monasterio de Irantzu, que él mismo había fundado.
Javier Salvat. Presidente de Itineris COMA y Asociación Navarra de Municipios del Camino de la Vera Cruz
Bibliografía
- Jaume Aurell, Genealogía de Occidente, BIBLIOTECA DE CULTURA HISTÓRICA
- Charles Homer Haskins, El Renacimiento del siglo XII, Ático de los libros
- José Madoz, S.I., Dos ilustres de Artajona en la silla de San Fermín
- José María Jimeno Jurío, Documentos medievales artajoneses, (1170-1312) Diputación Foral de Navarra, Instituto Príncipe de Viana
- José Yanguas y Miranda, Historia Compendiada del Reino de Navarra