POTENCIALIDADES Y RETOS PENDIENTES DEL CAMINO DE LA VERA CRUZ

Recientemente ha sido diseñado el Camino de la Vera Cruz con el doble objetivo de la recuperación de sus peregrinaciones históricas y de su puesta en valor patrimonial como atractivo para el turismo cultural de peregrinación. El análisis aborda a las potencialidades paisajísticas de la ruta creada, sus ventajas y necesidades, los retos pendientes, que la sitúan en una función a largo plazo, y el significado de la Vera Cruz como foco de captación para el turismo de peregrinación. Entre tanto los caminos regionales ya están insertos en un sistema de consumo turístico cruzado con otros componentes del turismo cultural.

El Plan de Turismo Español Horizonte 2021 fijó el interés en segmentos del mercado turístico y en productos innovadores mediante el respaldo al diseño de nuevos itinerarios y rutas temáticas, que en la Comunidad de Murcia quedaría integrado en el Plan Estratégico de la Región de Murcia 2014-2020.2 Esa inclinación de la política turística intentaba también aprovechar el crecimiento del turismo religioso, pero acabaría en el apoyo a las grandes rutas de peregrinación, Santiago de Compostela y Santo Toribio de Liébana. La primera por su peregrinaje inmemorial y resultados económicos, y la segunda por su proximidad al Camino de Santiago y el refuerzo de los Años Lebaniegos.

Diferente ha sido la situación para el Camino de la Vera Cruz, carente de peregrinaciones, y cuyo diseño ha necesitado de apoyos privados. El presente análisis aborda a su novedad y potencial complemento a los dos caminos tradicionales, y a los inconvenientes, como la consolidación de los anteriores, con una oferta paisajística más valorada. La tarea inacaba requiere actuar sobre múltiples frentes: la promoción en plataformas digitales, la comercialización, la adecuación de acogida a las nuevas demandas del turista cultural, etc. Y para ello se precisa una acción interinstitucional que exige la colaboración de múltiples actores.

Caravaca de la Cruz, conformada como una isla cristiana en territorio árabe, tras la reconquista de Murcia por Fernando III el Santo fue entregada a la Orden del Temple (1266),12 y con Alfonso XI, a la Orden de Santiago (1344). Lignum Crucis fue donado en la Sexta Cruzada, y difundido tras la conquista del sayid almohade de Valencia (1232), quien solicitó la celebración de una liturgia para conocer el rito cristiano, y la Vera Cruz consiguió la conversión de la corte islámica y la fe en ella se irradiaría después por Europa e Iberoamérica. La difusión actual data del Año Jubilar concedido en 1996 por Juan Pablo II, y de la confirmación con carácter In Perpetuum (1998). Y la ciudad es la segunda en la recepción de peregrinos, con unos doscientos mil anuales, y medio millón en Año Jubilar.

  1. EL CAMINO DE LA VERA CRUZ

2.1. Diseño

La desaparición del Camino histórico de la Vera Cruz forzó a su recuperación mediante un diseño, financiado por una entidad de ahorro y desarrollado por la Academia Alfonso X El Sabio, de Murcia, que estableció el nodo de salida en la conexión de la Orden del Temple con el Camino de Santiago. La Orden, gestada con la Primera Cruzada (1096), logró su impulso tras la asignación de la custodia de los peregrinos (1118), y se extinguió en 1307, no sin antes vincularse a la ciudad de Caravaca como guardiana del culto a la Vera Cruz, y con la fundación de la bailía templaria de Caravaca, tras la sublevación mudéjar del Reino de Murcia. El Camino de la Vera Cruz atraviesa a cinco Comunidades Autónomas sobre calzadas romanas, especialmente la Caesar Augusta, que enlazaba a Cartagena y Zaragoza, y cañadas reales, los nexos entre los reinos de Navarra, Aragón, Castilla y Murcia.

Sigue la ruta de los templarios, reforzada como vía de las repoblaciones castellanas y aragonesas del noroeste de Murcia, mientras la desaparición del Reino de Granada propició nuevas llegadas, que asentaron a las rutas regionales del Camino de la Vera Cruz. El recorrido se acerca a los 900 kilómetros, desde el inicio en el Camino Francés, para continuar por las cañadas navarras, si bien el comienzo real propuesto está en Puente la Reina, desde donde enlaza con la ribera zaragozana del Ebro, para pasar por Teruel, continuar por la ribera del Turia, los valles del Cabriel y Júcar, y conectar con el altiplano de Murcia, que conduce al destino, Caravaca de la Cruz

2.2. Recursos, atractivos y activos

Resulta complejo definir al concepto de recurso turístico, porque es subjetivo, y además cultural. Para muchos autores es un atractivo turístico, y para otros el que carece de precio para su contemplación y disfrute. Y cuando no se dan esas condiciones unos más hablan de activo turístico. Para la Organización Mundial del Turismo (OIT) el patrimonio turístico es el integrado por los bienes materiales e inmateriales, y solo es un recurso turístico cuando está adaptado (accesible, conservado...). Así se entenderá que la longitud del Camino de la Vera Cruz y el número de núcleos atravesados plantea el problema de definir a sus recursos, atractivos o activos turísticos, pues todo depende de cómo se aplique la literalidad de cada concepto, de la que resultará su intensidad y distribución. Con todo, proliferan los recursos naturales y los patrimoniales en las ciudades mayores, mientras el resto dispone de activos.

En una ruta de peregrinación el turista incidental deposita su interés en el paisaje, natural, transformado y cultural, que dispone de recursos, atractivos y activos. Estos no se muestran, sino que se encuentran, y su selección dependerá de la subjetividad o formación del turista, o bien de la popularidad del recurso, atractivo o activo. Por esa razón se incluirá a la oferta, la paisajística y la urbana e inmueble, ahora aplicando criterios de calidad patrimonial avalada.

2.3. Paisajes

El camino discurre por paisajes, que pueden ser interpretados de tres formas: visuales, cuando la mirada se centra en sus valores diferenciados: estéticos (plásticos o emocionales), naturales (cuando se valora el medio como tal); y como criptosistema (una combinación de factores naturales y humanos). Un paisaje es un geosistema integrado por fenosistemas (elementos perceptibles) y criptosistemas (complementos), cuya combinación le proporciona la unidad aportada por las regularidades, que hace diferentes a unos paisajes de otros. A excepción de los naturales, todo paisaje dispone de interacciones, y de ahí que los más singulares sean los que albergan a las actividades, donde las construcciones históricas suelen ser relictos integrados.

Por otro lado, el paisaje formal, ecológico o cultural, es esencialmente visual, porque genera espacios, escalas, formas, texturas, colores..., cuya percepción incorpora un enfoque estético, subjetivo.19 Pero esa identificación con la belleza visual ha girado hacia la valoración de herencia cultural. No obstante, el enfoque visual continúa siendo clave, y depende de dos tipos de valores: los propios (unicidad, escasez, riqueza biológica...), y los adquiridos (los otorgados por su belleza, incorporación de elementos culturales...). Por tanto, la calidad de un paisaje depende de sus valores estéticos: intrínsecos (morfología, vegetación, agua, patrimonio histórico...), del entorno inmediato (elementos atractivos próximos), y del fondo escénico (horizonte visual, altitud, masas arboladas, láminas de agua y valores históricos). Y la calidad es identificable a partir de la valoración de la totalidad del paisaje, que incluye a sus elementos (parches, corredores, monumentos históricos...).

Por su parte, los paisajes culturales urbanos históricos, los socialmente más emblemáticos, son un resultado de combinaciones y evolución histórica. La valía la proporcionan: la singularidad de los emplazamientos, con la aportación de fondo escénico; los entramados urbanos, una plasmación del momento histórico y de las sociedades que los conformaron; las construcciones patrimoniales encajadas en los entramados urbanos; etc. Y esa valía unida a su estética, más fácil de percibir e interpretar que en el resto de paisajes, les transforma en un recurso turístico, puesto que a los valores del paisaje se añade la estética del patrimonio inmueble histórico.

2.4. Oferta paisajística

El camino ofrece tipos de paisajes: montañosos, resultado de factores tectónicos, litológicos y morfogenéticos, con retoques glaciares y periglaciares al norte y superficies aplanadas por desgaste de los relieves, y hacia el sur compartimentaciones por acción neotectónica; depresiones, un resultado de la acción neotectónica y fluvial, con páramos esculpidos sobre carbonatos y relieves en cuesta, y de acumulación (glacis, terrazas fluviales…); planicies en el interior de las depresiones; mesetas de denudación, de continuidad topográfica; y el Subbético meridional, distante de los caracteres béticos. Pero no pueden ser interpretados al modo de las rutas diseñadas para apreciar a las singularidades desde un recorrido prefijado, pues el camino sigue a las vías históricas. Por ello no incorpora a puntos de observación estáticos principales, salvo los del itinerario, aunque son prolíficos los dinámicos, como partes de un recorrido que discurre por los puntos bajos, los históricamente utilizados por economía de esfuerzos y tiempos, razón que explica la proliferación de los paisajes cotidianos, de abundancia de sombras, que no impiden la percepción de las grandes unidades visuales.

Además, los elementos paisajísticos físicos insertan a los humanos, porque casi todo el camino está definido por mosaicos agrarios densos al norte y más amplios cuanto más al sur, que incorporan variedades de formas, cultivos y cromatismos estacionales. Las grandes unidades visuales son las cóncavas, convexas y planas, los referentes físicos,22 en los que se insertan patrones diversos,23 y mosaicos. Y todos incluyen aspectos visuales estacionales, a las policromías de los bosques caducifolios, a las monocromías de la sembradura, a los contrastes cromáticos estivales entre rastrojeras y viñedos, etc. La oferta es múltiple, y también la calidad:

– Geomorfológica, con la incidencia visual intrínseca en las figuras cóncavas de la montaña septentrional, debida a la combinación de elementos tectónicos, litológicos y orfogenéticos, que aporta el fondo escénico de la altitud, del elemento escaso del recorrido, el Moncayo, y las particulares orografías neotectónicas de compartimentación del sistema Ibérico. La calidad inferior está en las formas: convexas, en las depresiones erosivas (Calatayud), tectónicas (Teruel), y aluviales (Ebro), con glacis asociados a materiales calcáreos y mantos detríticos; y planas, en las mesetas y llanuras denudadas y continuas.

– Laminar de aguas, que incrementa la calidad visual con múltiples cursos (Arga, Ebro, Jalón, Arganda, Jiloca, Alfambra, Turia, Cabriel y Júcar). Las láminas extensas están en el Ebro, el curso mayor, pero inciden en la ruptura visual de horizontes los menores, por el efecto de los corredores forestales de las vegas, unas líneas verdes que contrastan cromáticamente con las llanuras.

– Biótica, tanto con vegetación natural y cultivada. La mayor calidad visual reside en las formaciones septentrionales, en las coníferas y el bosque caduco, en la frondosidad y diferencias cromáticas estacionales de las caducifolias. Y en las arboledas estratificadas de las vegas y riberas septentrionales, en las choperas y alamedas meridionales, y en los corredores forestales. La calidad menor en los extensos herbazales, en los mosaicos de los patrones agrarios de sembradura y barbechera, como los páramos aragoneses, las llanuras manchegas y los altiplanos murcianos, aunque disponen de los cromatismos vitícolas estivales. Y en los matorrales, que presentan los cromatismos primaverales.

Esa oferta paisajística estará matizada por: los inviernos fríos y veranos cortos, calurosos y lluvias intermedias, más el viento reseco del noroeste, el cierzo, en el valle del Ebro; y más al sur los inviernos largos y fríos, con heladas hasta mayo, y estíos calurosos. En muchos lugares del recorrido ciertos meteoros aportan valores cromáticos en las líneas de horizonte o sobre el conjunto del paisaje, como la cencellada y el manto nival.

A modo de síntesis, el mayor atractivo paisajístico está en las alturas, en un Moncayo con manto nevado estacional, y en su área periférica de bosques caducifolios de ladera con los cromatismos estacionales. La consistencia estética ya es diferente en las muelas, lomazos, sasos (los terrenos pedregosos y secos), en las planas del valle del Ebro, e incluso en las sierras ibéricas, con figuras cóncavas pero líneas lejanas de horizontes. El atractivo decrece en los sectores áridos aragoneses y páramos turolenses, mientras hacia el sur resaltan los contrastes de llanura. No obstante, son múltiples los matices a contemplar:

– Navarra, donde las áreas cóncavas, las cuencas modeladas por la erosión glacial, disponen de glacis y pequeñas llanuras adosadas a la montaña, con bosquetes de encinas, roble y matorral que añaden patrones forestales y cromatismos estacionales. También en el altiplano de la vertiente oriental de la vega del río Arga y en Tudela, con plataformas estructurales y planicies aluviales escalonadas con manchas forestales. Hacia el sur el contraste visual se da entre las subregiones mediterráneas y submediterráneas, de los carrascales, sabinares y pinares, con nuevos cromatismos forestales. Por tanto, la diversidad geomorfológica está acompañada de la botánica, con el contraste entre un norte más quebrado y húmedo y un sur más diverso, más mediterráneo y continental. Esa dualidad encuentra también su reflejo en los prados y policultivos, en los mosaicos agrarios intensivos septentrionales, de campos más cerrados, diferentes a los secanos cerealistas y viñedos de la Navarra Media y somontano ibérico, diferenciados del cromatismo aportado por los regadíos meridionales. Las notas serán las rupturas de horizonte al norte y las líneas distantes hacia el sur, así como los cromatismos de la otoñada e invernada, reducidos en la Navarra de transición, que, a su vez, contrastan con los añadidos por las hibridaciones submediterráneas meridionales.

– Aragón, donde los bosques claros enlazan con las estepas a partir de Tarazona, y hacia el sur en los toboganes naturales y barrancos. En Calatayud, en el valle del río Jalón, aparecen las características del sistema Ibérico, con relieves tabulares y cumbres alomadas, de escasa estética. La posterior depresión que conecta con Teruel alberga a unas sierras calcáreas con altiplanicies, mientras la turolense, en el corredor intrabético que enlaza a los valles del Jiloca y Turia, presenta similitudes con la depresión del Ebro.

Entre los valles del Jiloca y Alfambra dominan las lomas y altiplanos, cuyos pinares y sabinares añaden el cromatismo de los bosques negros. Después aparece la baja calidad visual de las tierras cerealistas. En la mayor parte del recorrido aragonés las altiplanicies alejan a las líneas de horizonte, pero los mosaicos agrarios intensifican a las monocromías en dirección sur, aunque contrastadas con las policromías agroforestales.

– Castilla-La Mancha (Cuenca y Albacete), Comunidad Valenciana (Tierra del Vino) y Murcia (altiplanos). En Cuenca se atraviesan las estribaciones ibéricas, de muelas, con los elementos visuales en radios cercanos y el fondo escénico en las masas forestales. En Tierra de Moya resaltan las sierras que llevan a las Tierras del Vino valencianas, donde el patrón agrario es vitícola, que contrasta visualmente con el forestal mediterráneo en áreas elevadas. La conexión entre las Comunidades de Valencia y Castilla La Mancha introduce a las formas erosivas del río Cabriel y las hoces del Júcar, de profundos estratos, y con unos cursos que añaden los cromatismos de los corredores verdes de sus riberas y las teselas de los regadíos en las vegas. El posterior ascenso a los altiplanos de Murcia mantiene a las líneas visuales lejanas y al cromatismo de los mosaicos agrarios vitícolas y agroforestales. Desde el altiplano de Jumilla a Calasparra resalta el aporte visual de las cuencas enmarcadas por sierras, y el cromatismo estacional de la vid. El ascenso a las áreas montañosas del noroeste se realiza desde las vegas del alto Segura, Cañaverosa y Calasparra, con las policromías de la floración estacional de los frutales, que han alumbrado una ruta turística con ese objetivo. Y el avance hacia el noroeste cuenta con los cierres visuales montañosos.

2.5. Oferta urbana e inmueble

Los mejores exponentes son los catalogados, 25 los bienes declarados patrimonio mundial de la UNESCO, Monumentos Nacionales (MN), Monumentos Históricos (MH), Conjuntos Históricos (CH), y Bienes de Interés Cultural (BIC). En el primero se integra el arte mudéjar, y los demás son muy prolijos, pues del patrimonio nacional importante la cuarta parte está en las localidades menores de mil habitantes, que por su dispersión le convierten en el menos visitado. Además de algún monumento emblemático popular, el patrimonio monumental está distribuido de la siguiente forma:

– Navarra, con tres núcleos esenciales:

  • Puente la Reina, ya transitada en el siglo XI por los peregrinos del Camino de Santiago, que la atravesaban por su puente romano,26 el punto de conexión entre las entradas por Roncesvalles (Camino Francés) y Somport (Camino Aragonés), y de salida de la ruta templaria. Resalta por el románico tardío de dos iglesias (BIC): Santiago el Mayor (siglo XII), que también incorpora el gótico tardío (siglo XVI); y El Crucifijo, el antiguo albergue de los templarios. En arquitectura civil hay dos BIC: el puente romano sobre el río Arga, y la Casa de los Cubiertos o del Regadío. Es relevante el trazado urbano (CH), de origen en el Camino de Santiago, pero una herencia de los siglos XVI al XVIII.
  • Artajona, donde las pugnas entre agramonteses y beaumonteses en la guerra de Navarra aportaron El Cerco (CH), un conjunto militar y religioso amurallado de los siglos XI y XII, con reconstrucciones hasta dos siglos posteriores, que alberga a la iglesia-fortaleza de san Saturnino (MH), del siglo XIII. También despunta Nuestra Señora de Eunate (MN), de 1170, un antiguo hospital de peregrinos de la Orden de San Juan.
  • Tudela, donde la arquitectura religiosa está representada por dos MN: la Colegiata de Santa María y la iglesia de Santa María Magdalena (siglo XII). En la civil sobresale el Barrio de la Judería Nueva (CH), incluido en la Red de Juderías de España-Caminos de Sefarad y rutas turísticas sefardíes; y entre los palacios tres BIC: el renacentista del Marqués de san Adrián, el barroco del Marqués de Huarte, y el Decanal, del gótico-mudéjar. En arquitectura militar resalta la Torre Monreal (BIC), del siglo XIII y traza hexagonal, y el Castillo de santa Bárbara.

Núcleo secundario es Castejón, con su castillo y el Fuerte de la Estación, con origen en la Segunda Guerra Carlista (1875), destinado a la defensa de las comunicaciones.

  1. POTENCIALIDADES Y RETOS PENDIENTES

5.1. Del Camino de la Vera Cruz

A las fortalezas paisajísticas mencionadas es preciso añadir otras genéricas. En primer lugar, el constante crecimiento del turismo religioso y de peregrinaje, con la tendencia al alza de la demanda cultural. Además, el papel desestacionalizador de esta variante turística, del que tan necesitado está el turismo de la Comunidad de Murcia. Igualmente, la cercanía a los mercados europeos, donde son relevantes las valoraciones turísticas: la relación calidad-precio, la seguridad, los servicios asistenciales, la accesibilidad a los destinos, etc. Y las ventajas específicas del Camino de la Veracruz, como la dotación suficiente de infraestructuras de acogida en la primera parte y mayores enclaves del recorrido, como Tarazona (6 establecimientos y 188 plazas), Calatayud (22 y 929 respectivamente), Daroca (8 y 187), y Teruel (179 y 2466).

Entre los factores menos favorables está la lejana pérdida del peregrinaje, con la dificultad de recuperación, agudizada por la consistencia del Camino de Santiago, de donde arranca. Ello impone la necesidad de doble promoción; del carácter experiencial del viaje, de la sustentación en la fe, y de los valores paisajísticos y culturales. Además, actuaciones que permitan o faciliten la visita a determinados ejes monumentales. También sobre las actividades turísticas básicas y directas, la calidad hotelera y de restauración, etc. Asimismo, sobre el entramado cultural complementario, afectado por la deficiente articulación de los recursos, actividades, servicios (sucursales bancarias, oficinas de información, etc.), y a las tradiciones artesanas. Otra necesidad es la ligada a la divulgación, con la creación de plataformas de comercialización, del tipo Smart Camino (del Camino de Santiago).

CONCLUSIÓN

El Camino de la Vera Cruz pretende aprovechar a la favorable tendencia, nacional e internacional del turismo de peregrinación. Pero la ruta diseñada exige la difusión de su patrimonio paisajístico y monumental, una ardua labor cuya iniciativa corresponde a la unión de voluntades institucionales. Y también de ayudas para una paulatina mejora de la oferta de acogida. Asimismo, los esfuerzos regionales deben de consolidar a los Caminos Regionales, y la oferta de intersección de componentes culturales con el turismo de peregrinación. Y entre las tareas locales resaltarían la disponibilidad de acceso al patrimonio y las dotaciones más básicas. En la ciudad de acogida es preciso vincular de forma más efectiva a turismo, comercio y servicios. El objetivo último debe de consistir en transformar al visitante directo a destino, muy importante en valor numérico, en otro de recorrido del Camino de la Vera Cruz, un cambio deseable y necesario para auspiciar una alternativa de desarrollo local en las entidades del trayecto, y que en la Comunidad de Murcia se plasmaría en otra al congestionado turismo de sol y playa.

EL CAMINO DE LA VERA CRUZ: UNA OFERTA INACABADA DE TURISMO CULTURAL por Aurelio Cebrián Abellán

 

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